UN DESIERTO DE SAL

Preocupado esperando por lo que sólo podía ocurrir si ocurriera un milagro, si los recursos del cielo salieran a flote, trataba de llevar la paz y el estado de calma a cada minuto de mi día. Una aparente nueva catástrofe tomó lugar en el espacio y se puso inclusive por delante de la que para el día de hoy era mi primera necesidad. Mi padre había tenido por tercera vez un infarto cardiaco, un episodio que en el pasado junto a diferentes complicaciones de salud, había tornado mi presente de costado, para cambiarme de ubicación, para hacerme reescribir mis planes y para llevar mis expectativas de nuevo cero, de nuevo a un lugar que desconocía, a un lugar en donde el hoy y el mañana eran totalmente nuevos para mi.

Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas. Salmo 34:19

Sin mucho que pensar, enfermo, en otro país, habiendo dejado mi trabajo por lo que aparentemente Dios tenia para mi, esperando por ver y entender el que seria de mi, esperando por vivir, lo que antes había escuchado y visto a mi padre hacer, lo que había juzgado como una acción y un dicho de piratas “Comamos y bebamos que mañana moriremos”, haciendo con ella alusión a la falta de expectativa de que habría un mañana y de que producto del mañana obtendremos una recompensa, una sorpresa.

Con todo aparentemente detenido para mi en el presente, expectante de un milagro financiero personal y un milagro médico familiar, me encontraba en lo que parecía un desierto, pero más allá que un simple desierto de extendidas llanuras de tierra que continúan y continúan hasta que parecen no terminar. Me encontraba en un espacio similar a un desierto, pero a un desierto de sal, en donde todo no hacía más que mostrarme mi reflejo por cientos de millas y millas. En donde mi reflejo, solo me recordaba a donde había llegado y lo que estaba por vivir.

Lleno de memorias de lo que había vivido meses atrás, de lo que me había costado años atrás y de lo que podía volver a suceder, sentimientos de impotencia y desesperación empezaron a invadirme, en conjunto con ellos, sentimientos de esperanza y de confianza en que nada volvera hacer igual, porque estaba enfrentando a 2 viejos conocidos, a quienes en el pasado había vencido con lágrimas, sudor, oraciones y mi fe fortalecida. Dos viejos conocidos que como para la peor de las picaduras, ya tenía un antídoto que me sacaría de aquel trágico momento.

¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré.¡Él es mi Salvador y mi Dios! Salmo 42:11

Momento que Dios en mi enfermedad estaba usando para llenarme de ánimo, para llenarme de fortaleza y para decirme, Hijo espera, la guerra la conoces y si lo hice una vez, porque crees que no seré capaz de hacerlo dos, acaso mi fuerza se acabó, acaso mi fuerza es menos. Palabras que retumbaban en mi cabeza y que me hacían pensar en lo grande del Dios que vive en mí, que usa espacios como estos para recordarme que mi fuerza está en él, que todo lo puede y no en mi, que me fatigo y desisto.

Si te encuentras en una situación como esta, levántate, alza tu cabeza y mira hacia el frente, Dios está contigo y él puede llevarte fuera de ese desierto, recuerda lo que hizo ayer y recuerda que el no olvida, que como ayer, lo hará de nuevo hoy.

DÉJANOS TU OPINIÓN

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *